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Del Big Bang a Oxford Street - 10/09

Dicen que el conocimiento da poder. La humanidad ha hecho uso provechoso y abuso mezquino de esta máxima a través de la historia. El Museo de Historia Natural del Londres abraza lo mejor de estas palabras y expone, ante todo visitante que lo desee, los descubrimientos científicos que grandes hombres han legado a su prójimo para beneficio del que desee aprender.


Este jueves, nuestros muchachos y muchachas visitaron este imponente edificio que alberga lo mejor de la apropiación teórica del mundo por parte del hombre. Al ingresar un amplio hall nos recibe y ubica como figura central los restos de un enorme dinosaurio armado casi en su totalidad. Es la señal que nos advierte de la espectacularidad de lo que se nos avecina. Cada salón congrega un trozo de nuestra historia, que se remonta a millones de años atrás. Con la venia protectora de Charles Darwin, cuya estatua de cuerpo entero ocupa un lugar de privilegio en la nave central, visitamos cada lugar. De una manera didáctico – vivencial (y agregamos emocionante), este museo nos da el privilegio de tener al alcance de la mano restos de dinosaurios y fósiles de flora de la prehistoria (la cabeza de un tiranosaurio rex impacta), una detallada muestra de la evolución de las especies, de la mineralogía y el inicio de nuestro universo. No podemos dejar de mencionar un ala que está dedicada a los fenómenos naturales, en donde los visitantes pueden experimentar las sensaciones vívidas de un terremoto, encerrados en una pieza cuyo piso bambolea fuertemente y todo utensilio se estremece. No sabremos los chilenos de estas agitadas visitas que tenemos de cuando en vez en nuestra patria.


Posteriormente, nuestros pasos se dirigen a Oxford Street, en donde podemos recorrer a nuestras anchas una emblemática calle de Londres que sintetiza, como lo hemos venido observando ya, la tradición, la vanguardia, el multiculturalismo, la tolerancia y el diseño de modas. Damos por finalizada la jornada… ¡Ah!, se nos olvidaba. Nuestros alumnos compraron solo lo justo y necesario. Aunque deberíamos solicitar a nuestro embajador en Inglaterra, el señor Rolando Drago Rodríguez, que nos consiga una dispensa en el tonelaje del equipaje de los muchachos al regreso. Creemos que 23 kilos, a estas alturas, es un tanto risible.


Retornamos, ya que adquirimos un compromiso. En la tarde nuestros estudiantes presentaron una muestra de la cultura chilena a un grupo de estudiantes italianos. Esta incluyó una exposición de nuestro país, su loca geografía, su organización política y administrativa, etc. Luego los bailes: el Chocolate, la Cueca y una Diablada y el regalo de banderitas chilenas y, en especial, el emboque hacen las delicias de los adolescentes tanos. Se cierra la jornada con las canciones nacionales de Italia y de Chile cantadas a todo pulmón y un sonoro ceacheí. En resumen, una bella y emotiva jornada.


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