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Talca, Mayflower y Londres - 05/09 al 06/09

Londres, la capital del Imperio Británico. La de la monarquía parlamentaria. Esa mixtura política que funciona como un reloj bien temperado desde hace siglos y que le da una identidad. en donde confluyen el respeto hacia el otro como norma de vida, la civilidad aplicada en su diario vivir y el multiculturalismo. Londres, nuestra segunda visita a esta capital primermundista se realiza con todos los protocolos que los nuestros bisoños alumnos lo requieren.


El miércoles pasado, los muchachos y muchachas asistieron a sus clases mañaneras y, por la tarde, sudaron “la gota gorda” con las actividades outdoor, que esta vez incluyeron escalada, tombo, esgrima y piscina recreativa. Al día siguiente, la capital del imperio británico nos esperaba. La primera estación, el impresionante London Eye. Una gigantesca rueda que gira sobre su eje y que contiene cómodas cabinas en donde se puede observar gran parte de Londres desde una privilegiada y aérea vista. El río Támesis y su tráfico fluvial es la conexión visual con los emblemáticos lugares que conoceremos a la brevedad. Nos trasladamos por un puente, no sin antes advertir que a vista y paciencia del transeúnte, varios personajes han montado un tinglado de un juego de supuesto azar, que en Chile lo conocemos con el curioso apelativo de “Pepito paga doble”. Se viene a la mente el refrán popular que amerita la situación: “en todas partes se cuecen habas”.


La segunda estación del recorrido nos llevó al Parlamento y el eterno Big Ben. Corrimos con suerte y el carillón nos da el toque británico, ya que su melodía brota parsimoniosamente. Al costado de esta postal mundial nos topamos con otro emblema, la Abadía de Westminster, aquella que entronizó a gran parte de la realeza inglesa y unió en santo matrimonio a varias parejas de reyes, príncipes e infantas, aunque algunos de estos personajes que usaron la pompa para casarse, invocaron la incompatibilidad para incumplir la palabra empeñada. El tercer paradero era un imperdible. Recorrido por los amplios jardines de St. Jame’s Park, caminata por la Vereda del Jubileo y cita con el epicentro de la Monarquía Británica, el Palacio de Buckingham. Si bien, ni Isabel, ni Carlos, ni William se dignaron a abrirnos las puertas (ellos se lo pierden) observamos con condescendencia esa añosa estructura y nos retratamos, para enviar por el wasapp las fotos a algún chambelán, no sin antes advertir que si van a Chile si serán recibidos como reyes (porque parecen que lo son).


Nuestros pasos nos encaminaron a Trafalgar Square y al monumento al Almirante Nelson, insigne marino que derrotó a la no tan Invencible Armada española. Finalmente, nos fuimos de schopping a Coven Garden, tal vez los adultos esperando secretamente encontrarnos con Eliza Doolittle (la florista de My fair lady, la clásica película basada en la obra Pigmalión de G.B. Shaw). Es un exquisito lugar para “vitrinear”, degustar la cocina local y empaparse de la variopinta vida londinense. Llega la hora del retorno, no sin antes percibir que Londres permanecerá para siempre en un rinconcito oculto de nuestra mente, esperando el momento de asomar en cuanto volvamos la vista atrás y recordemos de manera laudatoria nuestro pasado.


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